- Área: 98 m²
- Año: 2018
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Fotografías:Jag Studio
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Proveedores: Disensa, Graiman, Hyper Market, Maderas El Chino
Hay dos maneras de difundir luz: ser la lámpara que la emite y el espejo que la refleja
La Caja de luz se enciende como una solución de vivienda a pequeña escala, una propuesta unipersonal flexible en el centro de Bahía de Caráquez, litoral ecuatoriano, la zona de mayor riesgo sísmico del Ecuador.
La Arquitectura tradicional de la costa ecuatoriana cumple con exigencias implícitas en sí misma, que han sido olvidadas por las prácticas actuales, a través de esta vivienda social contemporánea se presenta, bajo una expresión sencilla, arquitectura vernácula que respeta las lógicas tradicionales de la zona con líneas de contemporaneidad.
Antecedentes:
Bahia de Caraquez es una pequeña ciudad costera de aproximadamente 20.000 habitantes, que pertenece al cantón Sucre, Provincia de Manabí. Su temperatura tropical-húmeda oscila entre los 22 -26 grados centígrados. Está ubicada en la parte norte del litoral ecuatoriano, región que forma parte del cinturón de fuego del pacífico, y se caracteriza por concentrar algunas de las zonas de subducción más importantes del mundo, lo que ocasiona una intensa actividad sísmica.
No bastaron 17 años, para que Bahía de Caráquez registrase dos sismos de magnitud superior a 7 grados, y que terminará por derribar más de el 60% de la ciudad. Luego del terremoto del 16 de abril del 2016, centenares de personas se vieron afectadas por el sismo de 7.8 que afectó la costa norte del Ecuador, entre ellas, Cristina López de Guillem. Cristina, tiene ya 79 años y enfrentó quizás, la situación más compleja para el hombre: El problema de la vivienda, derecho de pocos.
Cristina perdió su casa, y todo lo que ella representaba, en ella se desarrollaban sus actividades de vivienda y comercio. Sus ingresos económicos nacían a partir de la renta y de las utilidades de venta de ropa (casa-comercio). Vivió dos años en Guayaquil, a la espera de capitalizarse para poder empezar la aventura que deparaba el proceso, aventura que se inició con una problemática social familiar muy marcada. Su vivienda-comercio compartía predio con su sobrino. Ambos propietarios tenían diferentes exigencias en cuanto a sus nuevas intervenciones. Luego de un largo proceso de propuestas a modo de negociación, se resolvió dividir el terreno irregular en dos porciones de igual metraje en Planta Baja, e igual dimensión en fachada, compartiendo una escalera en común.
Morfología de la vivienda:
Con el lienzo en blanco ya definido, nos enfrentamos con un nuevo terreno de forma en forma de -C-, con 3,60m de frente y 2,80m en su parte más angosta. Este nuevo terreno mantiene las mismas condicionantes que el terreno general: adosamiento a tres lados, una única fachada, alturas determinadas por el municipio del cantón y un inexistente manual de lenguaje.
Cristina cuenta con 46m2 por planta (dos plantas), lo que nos obliga a tomar decisiones. El proyecto se dividió en dos unidades de vivienda independientes, siendo la Planta Baja para el usuario primario y la Planta Alta para suplantar el ingreso económico por renta, perdido en el terremoto. Ambas propuestas son unipersonales, espacios para dotar de vivienda a una sola persona.
Programa:
Dentro de cada unidad independiente, se ubicaron: Habitación Master, SSHH Master, SSHH Social, Cocina, Barra Comedor y Sala Social. Se trabajó la cocina abierta como pivote de cada unidad, ubicándola longitudinalmente en la parte más angosta de cada planta, se generó una barra comedor, que sirve como auxiliar de su reducida sala social. En la planta baja, en particular, se generó un espacio secundario dentro la única habitación, a modo de solución emergente a las necesidades de alojamiento, que puede servir como alojamiento temporal (familiares) o permanente (asistencia).
Interés en los materiales que componen el entorno construido:
Como requerimiento principal, y parte importante de la disolución del terreno. Cristina, como postura post- terremoto, quería evitar el hormigón armado, vidrios, y mampostería de bloque en su mayoría. El proyecto arquitectónico responde de una forma muy estratégica a esta situación: -Los desastres naturales no existen, hay fenómenos naturales. Los desastres los provoca el hombre-
El proyecto resultante es la integración de muchas variables superpuestas como punto de partida; una construcción económicamente viable, accesible para quien a sus casi 80 años intenta construir, desde 0, su vivienda.
La iniciativa partió de un proceso de desarrollo físico y social a través de la propuesta de materiales, La Caja de Luz por su composición, manifiesta las tradiciones vernáculas urbanas, utilizando materiales habitualmente asociados con el subdesarrollo, contextualmente conscientes, expresando la correspondencia entre apariencia y naturaleza estructural del proyecto.
Se convierte en un medio de transformación social local. Para ello se implementó una estructura ligera y flexible de madera estructural, combinando Moral, Mangle, Asta y Maria, bajo unas placas metálicas como sistema de sujeción. Losa de madera con tablones de laurel y caña picada - enlucida como mampostería. Al ser una construcción propuesta en madera, se busca explorar este material desde su aspecto estructural, aislante, ligero y de fácil construcción.
En las zonas tropicales como Manabí la madera y guadúa son sinónimo de frescura, ecología y ahorro. La guadúa en su estado natural llega a sobrepasar los 12 metros de altura. Se la encuentra en grandes cantidades en las zonas montañosas de la provincia.
El proceso constructivo involucró en un alto porcentaje materiales de la zona, y un 100% de mano de obra local. La construcción duró casi 4 meses, en los que se tuvo que agregar nuevas palabras al diccionario y sobre todo, contrastar el conocimiento adquirido con el academicismo local para agilizar los procesos y su comunicación. Descubrimos que las Columnas son Puntales, las Vigas son Barrotes, las Viguetas son Cuerdas, las Vigas de Cubierta son Llaves, y las paredes son Forros: Un nuevo alfabeto.
Explorar implicancias: Objeto arquitectónico como formación y adaptación de su entorno.
Las unidades de vivienda están diseñadas para que correspondan a las condiciones climáticas de la zona; circulación de aire natural y penetración de luz natural, reinterpretando la arquitectura tradicional de la zona, destacando sus elementos principales.
La apertura de su única fachada, fragmentada por una galería exterior, de frente a una amplia calle, nos permite incorporar el entorno natural y construido a las viviendas. Para ello, se trabajo como una zona de amortiguación que promueva, bajo normas de seguridad, la relaciones entre el interior y el exterior con la calle principal de la ciudad.
Se creó entonces, en su única fachada, una dinámica y permeable, que promueve el ingreso del viento y luz a sus espacios interiores; a través de un muro ornamental con bloques tradicionales en Planta Baja, que trabaja como barrera y separa el interior con la galería exterior, y re-interpreta una nueva forma arquitectónica. Y con la intención de promover la de liviandad, en Planta Alta se trabajó con policarbonato, un material plástico ligero no cortopunzante, divididos en paneles modulados.
Se creó una pantalla que permita la difusión de luz en ambos sentidos.
El policarbonato, estructura y suelos de madera llevan un mensaje bastante más profundo que la liviandad y permeabilidad lumínica, constituyen un referente plástico que represente una forma de relación con su entorno urbano a través de una invitación plasmada en el propio material, una forma de generar comunidad.